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Para comprender mejor el artículo de El señor de las moscas es interesante abordar cómo el aislamiento social y la presión, entre otros aspectos, afectan a la conducta humana.
Efectos del aislamiento social y la presión
El aislamiento social, especialmente si es prolongado, puede llevar a cambios significativos en la conducta. Según estudios en psicología y neurociencias, el aislamiento puede aumentar el estrés, alterar funciones cerebrales y afectar la regulación emocional. John Cacioppo, un psicólogo que se especializó en la ciencia de la soledad, argumentó que el aislamiento puede llevar a una hipervigilancia de amenazas sociales, aumentando la hostilidad y desconfianza hacia los demás. Esto puede facilitar una conducta más agresiva y menos empática, elementos comunes en comportamientos tiránicos.
La presión, ya sea social, laboral o de cualquier otro tipo, también puede alterar la conducta. Cuando las personas se sienten presionadas, suelen experimentar estrés y ansiedad, lo que puede afectar su toma de decisiones y su comportamiento interpersonal. La teoría de la «desinhibición situacional» sugiere que bajo condiciones de alta presión, las normas sociales que usualmente regulan el comportamiento antisocial pueden debilitarse, permitiendo que emergan comportamientos más extremos, incluyendo la tiranía y la crueldad.
Mecanismos Psicológicos Subyacentes
- Despersonalización: Bajo condiciones de estrés y aislamiento, las personas pueden comenzar a ver a los demás como menos humanos o menos dignos de empatía, lo que puede justificar en su mente tratos crueles o tiránicos.
- Defensa del yo: En situaciones de alta presión, las personas pueden adoptar comportamientos agresivos como mecanismo de defensa para proteger su autoestima y su status.
- Disminución de la auto-regulación: Tanto el aislamiento como la presión pueden deteriorar la capacidad de auto-regulación, haciendo que las personas actúen de manera impulsiva y menos consciente de las consecuencias de sus actos.
El experimento de la cárcel de Standford
Philip Zimbardo es conocido por su experimento de la cárcel de Stanford (1971), que demostró cómo situaciones de poder y entornos controlados pueden llevar a comportamientos extremadamente tiránicos y crueles, incluso en individuos que previamente no mostraban tales tendencias.
El Experimento de la Cárcel de Stanford es uno de los estudios más infames en la historia de la psicología social. Diseñado para investigar los efectos del ambiente social y los roles asignados sobre el comportamiento y la psicología humana, el experimento transformó un sótano de la Universidad de Stanford en una cárcel simulada.
Zimbardo asignó a un grupo de 24 estudiantes universitarios saludables y psicológicamente normales a roles aleatorios de prisioneros y guardias. Los «prisioneros» fueron arrestados en sus casas, despojados de su ropa, asignados a números de identificación y confinados en celdas. Los «guardias» recibieron uniformes, gafas de sol y porras, y se les dio autoridad casi completa sobre los prisioneros, aunque se les instruyó no usar violencia física.
Rápidamente, el poder comenzó a afectar a los guardias; muchos adoptaron comportamientos autoritarios y algunos se volvieron sádicos. Los prisioneros, a su vez, mostraron signos de estrés extremo y desesperación. Algunos se sometieron completamente, mientras que otros se rebelaron. Zimbardo planeaba que el experimento durara dos semanas, pero tuvo que abortarlo después de solo seis días debido a las perturbadoras dinámicas de poder y la angustia emocional evidente.
El experimento demostró de manera dramática cómo las estructuras de poder y los roles sociales pueden influir en el comportamiento de las personas, llevándolas a actuar de maneras que normalmente no considerarían. También planteó importantes cuestiones éticas y metodológicas, cambiando el curso de las investigaciones futuras en psicología.
El experimento de Milgram
El Experimento de Obediencia de Stanley Milgram, realizado en la década de 1960, exploró hasta qué punto las personas estarían dispuestas a obedecer una autoridad, incluso cuando se les pidiera realizar actos que entraran en conflicto con su conciencia personal. Inspirado por los crímenes del Holocausto y la defensa de muchos acusados de que simplemente estaban siguiendo órdenes, Milgram buscó entender la disposición de las personas comunes para realizar actos crueles bajo la autoridad.
En el experimento, los participantes (quienes creían que estaban en un estudio sobre memoria y aprendizaje) eran instruidos por un «investigador» para administrar descargas eléctricas a un «aprendiz» cada vez que este cometiera un error en una tarea de memoria. El «aprendiz» era en realidad un actor que no recibía descargas reales, pero simulaba dolor y angustia a medida que las supuestas descargas aumentaban en intensidad. La pregunta de investigación era: «¿Cuánto tiempo puede alguien seguir dando descargas a otra persona si se le dice que lo haga, incluso si creyera que se le pueden causar heridas graves?»
A medida que el nivel de descarga se incrementaba, el aprendiz comenzaba a protestar, luego a gritar de dolor, e incluso a pedir la terminación del experimento. A pesar de estas señales de sufrimiento, muchos participantes continuaron administrando las descargas, obedeciendo las instrucciones del investigador de no detenerse. Al final, una sorprendente mayoría de los participantes administró el nivel máximo de descargas, aunque con considerable angustia emocional.
Los resultados del Experimento de Milgram revelaron una tendencia alarmante hacia la obediencia a la autoridad, destacando cómo las estructuras de poder pueden llevar a las personas a actuar en contra de sus propios principios éticos. Este estudio ha tenido un profundo impacto en nuestra comprensión de la conducta humana y en las discusiones éticas dentro de la investigación psicológica.