Las palabras dirigen la vida de los hombres. Es cierto el ejemplo que expones en tu monólogo llevado al teatro: ni siquiera los mayores dictadores de la Historia Universal hicieron amago de cambiar el orden alfabético. Hitler siempre estará el octavo puesto, Franco en el sexto. Sin embargo, y a pesar de ello, tal vez fuese cuestión de economizar el tiempo o blandir espadas contra el viento lo que animó a tales seres abyectos a mantener la linealidad paradigmática del abecedario, en lugar de la fuerza incalculable del mismo. Los hombres sí dirigen la vida de las palabras, las moldean a su antojo independientemente de diccionarios o normas lingüísticas. Las utilizan como moneda de cambio, las vejan y anulan, moldean su significado y adornan su significante, las escupen y pisotean, las crean, las elevan al infinito. No hace mucho utilizábamos la «y» griega cuando ahora utilizamos la «ye». Y, si España no tuviese «eñe», albergo serias dudas de que mantuviésemos la virgulilla en pos de los americanos.
[…La presión del tópico me empuja a decir que mi padre se relacionaba con sus herramientas como si fueran prolongaciones de su cuerpo, un conjunto de prótesis. Del mismo modo que el lenguaje nos utiliza y nos moldea hasta el punto de que, más que hablar con él, somos hablados por él, mi padre parecía hablado por las herramientas que tenía siempre al alcance de sus manos…]
LO QUE DICE LA CRÍTICA
El Mundo, del novelista Juan José Millás galardonado con el Premio Planeta 2007 y Premio Nacional de Narrativa 2008.
EDITORIAL Y PRECIO
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Entrevista a Juan José Millás